SIGUE A LA ABUELITA, CONFÍA EN MI

Nuria Prieto, A Coruña

El 9 de noviembre de 1993 se emitían imágenes casi
en directo del bombardeo del puente de Mostar (1). Con cada impacto la estructura desprendía puñados de polvo envolviendo al puente en una extraña neblina, al poco tiempo un impacto mayor provocó el desprendimiento de la clave precipitándose en el Neretva. Tras unos interminables segundos, el plano fijo de la cámara mostraba el derrumbe del puente que se escondía tras una nube, casi como un truco de magia. En apenas unos segundos desaparecía un icono, infundiendo un extraño sentimiento de pérdida que se basa en la negación de la evidencia: el puente de Mostar ya no estaba allí.

La contemplación de una desaparición arquitectónica tiene una vibración que enlaza con la
percepción hasta el punto de convertirlo en una acción hipnótica. Hay una empatía visceral y romántica en la arquitectura que deja de verse. Más si se trata de una obra de gran tamaño. Pero a veces, la arquitectura no desaparece de una manera tan insólita, sino que su desvanecimiento tiene más que ver con un juego de ocultación tras una fenomenología controlable o no.



Ciudades que desaparecen y otras que lo parecen

Italo Calvino decía en su Ciudades Invisibles que “Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y de miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto, sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa esconda otra”(2) . Y es que hay ciudades que desaparecen físicamente y otras que sólo lo parecen.

La arquitectura efímera es un ejemplo construido en el recuerdo, ya que su vocación temporal o perecedera obliga a que su presencia habite en la memoria. Black Rock en Nevada es una de esas ciudades que sólo existe durante una semana, y en sus propios estamentos o normativa interna está la desaparición sin dejar huella. La ciudad de Black Rock (3) se creó en 1990, para albergar un evento independiente comisariado por Kevin Evan y John Low, cuyo precedente en 1986 había tenido lugar en Baker Beach San Francisco quemando una estatura de 2.4m con forma de hombre. El evento de Baker Beach había sido ideado por Larry Harvey, Jerry James y otros amigos como una expresión artística que finalizaba con una performance. El evento de 1990 se planteaba como una fusión del precedente en Baker Beach con un festival de esculturas y presentaciones artísticas temporales que finalizase con la quema de estas. Este singular proyecto de corte dadaísta se anunció como “Zone Trip #4, un mal día en Black Rock”.

La ciudad se construye en el desierto cada año, con una planta muy característica en forma de media luna. Aunque inicialmente se planteó como un asentamiento sin normas, sino recomendaciones en forma de manifiesto, el paso de los años ha intervenido la ciudad con ciertas normas de conducta para garantizar la seguridad de los participantes. A pesar de ello la ciudad no tiene gobierno ni leyes, y está habitada por 50000 personas aproximadamente, desde finales de Agosto hasta el primer lunes de Septiembre (día del trabajo en EEUU). Las construcciones que se realizan cada año suelen ser de madera e incorporan luz y elementos móviles de forma libre. Todas ellas suelen estar realizadas por artistas invitados a participar en el festival que se completa además con música. La libertad de Black Rock se basa en la abstracción de un sentimiento, quizás por eso sólo se percibe durante una semana al año y desaparece para no dejar huella. Una ciudad que habita la memoria tal y como reflejaba su manifiesto: Creamos un mundo real a través de acciones que abren el corazón (4).



Black Rock no se encuentra lejos de otras ciudades que tenían la capacidad de desplazarse por grandes territorios como los asentamientos indios, las comunidades tuareg con sus jaimas o los mongoles y sus yurtas. Ciudades que caminan y cambian de forma según sea necesario para adaptarse con total seguridad al territorio. Los habitantes de estas ciudades han logrado desarrollar el ingenio suficiente para hacerlas caminar de manera que sean capaces de desaparecer en cuestión de horas. Sus estructuras basadas en la ligereza y la optimización espacial, garantizan la facilidad constructiva y la transportabilidad a cualquier lugar. Pero será quizás la costumbre de entender a los pueblos nómadas a partir de una imaginería arquitectónica muy conocida e incluso icónica según el punto de vista, la que parece desvirtuar la capacidad de sorpresa ante esta
capacidad de desaparecer.

El 17 de Marzo de 1974, podría ser una fecha cualquiera en la que asumir que cada ciudad del mundo tenía su propio nombre y que por remota que fuese su localización era imposible que escapase del conocimiento humano. Las ciudades enterradas que atormentaban al ejército norteamericano en Vietnam, eran una constante arquitectónica mundial que ya había sido estudiada, pero ese 17 de Marzo una nueva ciudad se mostró de forma inesperada. Y es que es posible que alguien hubiese pasado por allí, pero no la hubiese visto.



En Marzo del 76 (5) , un antropólogo entraba en contacto con la tribu korowai en Nueva Guinea Occidental. Un pueblo que no había tenido contacto con extranjeros hasta ese momento, y que aunque conscientes de su existencia los denominaban laleo (demonios fantasmas). Su presencia ausente se justificaba en que habitaban en la selva sí, pero en un lugar que los hacía invisibles: las copas de los árboles. La construcción de sus viviendas es singular, es comunitaria y comienza con la selección de un árbol baniano al que se le corta la copa. En el extremo de éste se construye un
entramado ligero con ramas, y la corteza de palmera sagú se utiliza como cerramiento. El resto de la estructura y cerramientos se realiza con ratán. El acceso a la casa tiene lugar a través de un tronco seco de árbol que se apoya sobre la estructura principal de forma que cuando alguien trepa por él transmite vibraciones al tronco
principal, y los habitantes de la casa (entre 7 y 10 personas habitualmente) saben que alguien está
en camino. Su posición elevada garantiza su seguridad, pero al mismo tiempo tiene que ver con la percepción del pueblo korowai sobre la cosmología (en su creencia, al morir bajan al suelo y allí habitan con las almas de sus antepasados). La ciudad siempre estuvo allí, sólo había que mirar hacia arriba

Seguramente hay ciudades que son espejismos

Cualquier día de cualquier mes de cualquier año, puede aparecer la voluntad de hacer desaparecer la arquitectura. No de forma violenta y destructiva, sino abstracta y poética. Un intento por reproducir ese extraño sentimiento que produce la desaparición de una gran construcción. Una búsqueda ahogada por perder la arquitectura tras la niebla como las imágenes de la obra de Louis I Kahn en Daca.

El mecanismo para esa desaparición temporal parte de una estrategia de desmaterialización del lugar. Venecia se rompió en mil trozos con el pabellón portugués de Souto de Moura y Angelo de Sousa (6) , un gran espejo que reflejaba una ciudad icónica atomizada. Solano Benítez planteó en su proyecto “4 vigas” (7) la desorientación, abstracción y desaparición en el paisaje a través del espejo. Un truco a través del espejismo que desvanece el lugar y su arquitectura, y al mismo tiempo una realidad abstracta que se queda bloqueada en la memoria a través de un efecto sorpresa inesperado.



El estado hipnótico al que induce la arquitectura que se desvanece en plena realidad consciente, produce un estado de parálisis emocional similar a la inmersión en un tema musical instrumental o simplemente una experiencia sensorial intensa. Lo más parecido a encontrar a alguien en el juego del escondite, sólo que esta vez el juego termina con el puente de Mostar en pie. Y el camino sigue.

“Sigue a la abuelita, confía en mí, sigue a la abuelita”. Un día perfecto, Fernando León de Aranoa, 2015 (8)



Referencias:


(1) Borowitz, Albert (2005). Terrorism for self-glorification: the herostratos syndrome. Kent State University Press. pp. 65.
(2) Calvino, Italo (2020) Las Ciudades Invisibles. Madrir, Ed. Siruela
(3) Ubicada en el desierto de Blac Rock 40°46”57’N 119°12”30’O
(4) Viajero, El (18 de septiembre de 2019). «Fotos: 22 escenarios para soñar con un gran viaje». EL PAÍS
(5) Van Arsdale, Peter (1974) “Report of an Expedition to the Interior Asmat and Cicak Regions of
Irian Jaya, Indonesia”. University of Denver.
(6) Pabellón portugués para la Bienal de Venecia. Souto de Moura & Angelo de Sousa. Venecia.
(7) 4 Vigas, Solano Benítez. Paraguay, 2014
(8) A Perfect Day, Fernando León de Aranoa, 2015. 106 min España. Reparto: Tim Robbins, Benicio del Toro, Olga Kurylenko, Mélanie Thierry, Fedja Stukan, Eldar Residovic, Sergi López

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