PEDRO NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS…
Darío Mateo Berciano, Sevilla
a Pedro Puertas, “energía radiante que imanta corazones”. (1)
un prólogo, un recuerdo, un semblante, una imagen, una anécdota, una casualidad, un hijo y muchos perros, un pensamiento poético, un texto, una obra, una película, un rezo.
«Hay tres cosas que debemos entender a fondo si queremos captar el movimiento total de la vida: el tiempo, el dolor y la muerte. Comprender esto requiere la claridad del amor. El amor no es una teoría ni es un ideal. El amor no puede enseñarse. Pero uno puede entrar en el amor de manera espontánea cuando comprende de verdad el significado del tiempo, la profundidad del dolor, la pureza que llega con la muerte».
«La mayoría de nosotros tememos morir porque no sabemos lo que significa vivir. No sabemos cómo vivir, por lo tanto, no sabemos cómo morir.
Mientras tengamos miedo a la vida, tendremos miedo a la muerte. El hombre que no tiene miedo de la vida no teme estar inseguro porque comprende que, internamente, psicológicamente, no hay seguridad.
Cuando no hay seguridad, hay un movimiento sin fin y luego la vida y la muerte se perciben como lo mismo. El hombre que vive sin conflicto, que vive con belleza y amor, no tiene miedo a la muerte porque amar es morir.»
Jiddu Krishnamurti. “Sobre la vida y la muerte”. Editorial Kairós. 1995.
Un prólogo.
Por mucho que se empeñe Krishnamurti hay un hecho tácito para el común de los mortales y es que no solo da miedo la propia muerte, sino que la de gente querida y cercana se vive con gran desazón y tristeza. Me enteré de la muerte de Pedro Puertas el año pasado en noviembre. Recuerdo que me dejó consternado y algo se detuvo en mi inercia cotidiana.
Todas mis preocupaciones se congelaron y a pesar de que hacía más de diez años que no sabía nada del amigo granadino, la sola idea de que Pedro no estuviera ya en este mundo me azotó relativizándolo todo y, aunque no fui consciente en ese momento, también revitalizándolo todo.
Quizás el mejor homenaje que podamos hacerle a los muertos es recoger su testigo, aprovechar la energía vital que nos provoca su pérdida y que ellos dejan como impronta “viva” de su recuerdo.
Recuerdo que el primer pensamiento que vino a la mente fue la introducción de la elegía a Ramón Sijé “…en Andalucía …su pueblo y el mío…se me ha muerto como del rayo …Pedro Puertas…con quien tanto quería…”…como del rayo …con quien tanto quería… Como del rayo no porque fuera fulminante la noticia (que lo fue para mí, aunque cuatro meses más tarde) sino porque siendo Pedro tan joven y de tan buen estado físico era algo impensable, inesperado…. Con quien tanto quería no porque fuera uno de sus amigos más cercanos sino por la gran complicidad en cuanto a la celebración de la existencia que compartíamos desde nuestros años de Barcelona. Que alguien tan vitalista como Pedro muera tan joven es una pérdida para todas las personas que lo queríamos y apreciábamos, para los que no lo conocían incluso y los que no lo conocerán, pero más aún para su persona curiosa e inquieta, y sin lugar a dudas singular, que amaba la vida intensamente.
Y es mientras se rumian estas ideas cuando uno se irrita más con el destino de cada ser y siente como gran lástima la prematura pérdida de personas tan valiosas; y las palabras de Krishnamurti no solo molestan, sino que hieren… y aun así, hay algo en ellas que… conmueve y que empuja a seguir intentando comprenderlas y aplicarlas a la propia vida, si eso alguna vez fuera posible.
Solo queda confiar en tales palabras y sabiendo lo que sé sobre el amigo desaparecido, lo que conviví con él, junto a él …con quien tanto quería, puedo dar testimonio que siendo alguien que se movía como pez en el agua en los márgenes, fuera de la normalidad o la normalización, era una persona amorosa y amable (tan amable que estoy seguro de que son muchas las que se quedan fuera de este particular homenaje), con gran sentido del humor y con una mirada sobre la belleza y la vida, de inteligencia profunda y sensible.
Pedro era un soñador, pero un soñador que tenía los pies en la realidad y que gozaba muchísimo con todo lo que hacía y como buen creador no estaba libre de conflictos, pero si esos conflictos eran conflictos propios de su deambular humano, no obstante, su mirada era atenta, atemporal, sin prejuicios y por tanto su espíritu era sabio y viejo.
Hay una parte de mí que confía en que las palabras de Krishnamurti son ciertas y que Pedro contempló la vida y la belleza hasta su último aliento. Sin miedo alguno.
Estas palabras sobre su vida y sobre alguna de sus obras (2) son el intento de mostrar el perfil sensible de este amigo al que echaremos de menos profundamente.
Pedro Puertas, te querremos siempre ...eras tan genuino que no hay molde que te iguale.
nota al escrito: Es necesario aclarar que este texto reutiliza algunos ya escritos y publicados en la cuenta de Instagram @dario_mateo_ en el invierno pasado; de ahí la posible incongruencia de los tiempos verbales respecto al resto de escritos y la repetición de datos en alguno de ellos. Concretamente los textos correspondientes a un recuerdo, un semblante, una anécdota, una casualidad y una obra. Estos textos llevan la fecha de su publicación digital. El resto han sido escritos durante el verano de 2022, un año después de la muerte de Pedro.]
Un recuerdo. Acción y sueño. 6 de diciembre 2021.
Esta es la imagen, tomada por su amiga Patri Díez, que Pedro tiene colgada en su perfil de LinkedIn. A los ojos de mi memoria, es una imagen que describe a Pedro con gran precisión. Me recuerda a una imagen, muy cercana a ambos, de Hércules derribando las columnas, icono de la bandera andaluza, tierra común (si es que la tierra pudiera ser común algún día). Así era Pedro para mí, una especie de antihéroe. Desde el instante mismo de ser bañado por su presencia uno quedaba imantado al personaje. La imagen es precisa porque Pedro transmitía ...acción... incluso a veces cierta urgencia. La imagen a su vez me trae a la memoria una historia que nos contó a Rubén González y a mí. Bajábamos en viaje litoral desde Barcelona a Sevilla y pasamos a verlo a la playa de la Calahonda cerca de Motril. Allí su madre y hermano Cecilio, nos contaron las peripecias del Pedro Niño que ya adelantaban el niño viejo, el visionario que siempre fue. Pedro parecía guardar un secreto, una revelación de algo que debía sacar con esfuerzo, pero de tal elocuencia interior que se mantenía entre la calma y la necesidad imperiosa de comunicarlo a quienes se le acercaban. Se nos van siempre los mejores de manera prematura (me viene al recuerdo Walter Benjamín a sus cuarenta y pocos) como si la consciencia y la lucidez fueran como la belleza de una flor...de vida corta e intensa No sé hasta qué punto alimento aquí con la leyenda, pues los datos me son algo difusos. La historia que recuerdo sitúa a Pedro en un cabo cercano a la playa de La Calahonda creo que la punta del Cerro Gordo donde se accedía en barca o a nado. No recuerdo bien el motivo, pero sí recuerdo que nos contó, que un verano estuvo yendo todos los días a recoger piedras enormes (que una persona sola no podía mover) que se habían desprendido y las intentaba subir de nuevo para reconstruir la ladera del acantilado. Una tarea contra todo pronóstico. Como Sísifo o el ángel de la historia, en soledad y silencio, Pedro sin más ayuda trataba lo imposible durante más de dos meses. Y confesaba un tanto incrédulo que, a pesar de la inutilidad de su intento, no podía evitarlo. De ahí, con otras muchas anécdotas, verlo como antihéroe.
Un semblante. Pedro Travolta Phoenix. 6 de diciembre 202
Pedro poseía una constitución fuerte, hercúlea casi. La familia de los Puertas son todos hermanos de anchas espaldas y manos grandes. Nos contaba Pedro las hazañas de un hermano mayor que hacía el París Dakar y que es piloto de caza en las fuerzas armadas en un pelotón especial que hacen las acrobacias los días 6 de diciembre. Pedro practicaba windsurf, surf, skate y snowboard. Siendo de Granada y teniendo Sierra Nevada y el Estrecho (3) tan cerca y siendo tan de acción, disfrutaba del paisaje cercano y su territorio.
Fue Pep Quetglas quien nos presentó allá a comienzos del 2003. En torno de Quetglas y Xumeu Mestre (4) orbitábamos un grupo de jóvenes, estudiantes algunos y otros arquitectos.
Recuerdo cuando lo conocí, directo, amable y muy varonil que me recordaba a John Travolta. Años después cuando le puse cara a Joaquín Phoenix fue al revés, veía a mi amigo granadino en ciertas expresiones del actor americano.
Pedro era especial y eso quien lo conoció lo percibía al instante. Personaje con cierto halo de misterio, romántico e impulsivo (muchas correrías divertidas vivimos juntos).
Estos días me he censurado varias veces y pensaba en si esto de llorar la pérdida no es una posición egocéntrica de los que nos quedamos con nuestros apegos y emociones. Por eso más que homenajearlo prefiero celebrarlo. Celebrar haberlo conocido.
Cierta cita que se me quedó grabada en la adolescencia me ronda estos días por la cabeza: “la inevitable justicia de todos los seres y las cosas de existir y estar vivos”.
Y por eso sí creo que el existir no solo tiene que ver con el cuerpo físico. Pedro con su gran presencia física era sobre todo una energía y aunque no esté ya con nosotras es una energía que merece la pena ser traída al presente porque el momento presente es lo único que tenemos.
No hay momento en tu vida que no sea “este momento”. “La vida ocurre tan solo en el presente, en el fluido veloz de la insignificancia.” (5)
Y recuerdo, por eso, a Pep y su convicción de que debemos dar voz a los muertos, o al menos, si no tanto (porque no me gusta traicionar y reinterpretar caprichosamente) traer su esencia, la energía que movían en su presente, a este presente nuestro.
(5) Muy bien. Enhorabuena a todos los artistas./ Buen trabajo./ Pero la vida ocurre tan solo en el presente/ en el fluido veloz/ de la insignificancia,/ aferrada al anhelo fugitivo: /la adolescente de la mochila/ que se sienta en un banco y se descalza/ delante del retrato del monarca severo/ que se apoya arrogante sobre un globo terráqueo,/ y el sudado marfil de los pies breves,/ y la lenta rocalla de su pelo barroco/ entre el oro barroco de cetros y coronas,/ Dos sandalias gastadas sobre el mármol/ de la galería adusta en que se exhibe/ la hermosura terrible y detenida,/ cautiva en la eternidad más heladora:/ lo que vive en el tiempo sin el tiempo.
Fragmento de “EN UN MUSEO” poema de Felipe Benítez Reyes del libro “La misma Luna” (2000-2006).
Una imagen. 1 de octubre 2011.
Una anécdota. 13 de diciembre 2021.
Celebrando a Pedro Puertas, celebrando a Antonio Jiménez Torrecillas, celebrando a Almudena Grandes y por supuesto también a Luis García Montero. Cruzado desde hace semanas desde la insólita noticia de la muerte de Pedro, y en este celebrar a los que se fueron invocando su energía, el legado de su amor y cuidado por la vida, me demoro en ir contando las cuatro o mil anécdotas que conozco del amigo.
Y de repente, una encrucijada de causalidades me lleva a la pura realidad más que a ficcionar ... como si Pedro mismo estuviera ahí haciendo de maestro de ceremonias y es que, en la gran preocupación de mantener con vida un conjunto de pinos en una casa para un cliente amigo en La Barrosa (Chiclana Cádiz), el aparejador de la obra me ha hablado del documental “Mi casa de la playa” [vimeo.com/272322795] sobre el tratamiento que se le dio a las raíces de unos pinos muy azotados por el viento y de forma enrevesada y caprichosa.
La casa era de Almudena Grandes y su compañero y poeta Luis García Montero, esto ya (por la reciente muerte de Almudena) ha abierto mi curiosidad, estando muy preocupado en cómo la cimentación afectará a los pinos.
Y recuerdo, por eso, a Pep y su convicción de que debemos dar voz a los muertos, o al menos, si no tanto (porque no me gusta traicionar y reinterpretar caprichosamente) traer su esencia, la energía que movían en su presente, a este presente nuestro.
El diseño de la casa es de Antonio Jiménez Torrecillas y aquí la piel se me eriza porque justo sobre esta casa y la sensibilidad del amable arquitecto, trata el escrito que realizó Pedro Puertas para esta revista_engawa en su número engawa#20, homenaje por la también prematura muerte del también arquitecto granadino y al que Pedro tenía mucho aprecio, admiración y afecto.
La casa contiene el cuidado con el que Antonio trató esos pinos, Pedro supo ver en ello, y Almudena escribió sobre los “aires difíciles” y los vientos de Cádiz.
Tanta sensibilidad concentrada en esta “mi casa de la playa” son esencias que uno no sabe cómo agradecer.
Doy mi mayor sentido pésame a Luis García Montero por la temprana pérdida de amigo y compañera y solo me gustaría que pudiera leer el artículo homenaje de Pedro sobre Jiménez Torrecillas y el proyecto de su casa.
Una casualidad. 14 de diciembre 2021.
Ayer 13 de diciembre se dieron confluencias extrañas entre estos tres seres sensibles que, según la idea que nos hemos hecho de vivir (pienso en el amado Jean Vigo) se fueron prematuramente y si raro fue que por asuntos de oficio me llegara el vínculo Pedro Puertas, Antonio Jiménez Torrecillas, Almudena Grandes y el nexo que los une, más extraño me fue por la noche al marcharme del estudio, al recoger enseres sobre una mesa en la que deposito el tiempo acumulado en objetos y escritos, que saltara a la vista la contraportada de un Babelia de junio de 1996, de papel amarillento y con polvo integrado ya en sus poros y en la imagen dos fotografías, una de Gil de Biedma y la otra ¿de quién?...de Almudena Grandes, una Almudena muy joven (mucho más joven que la entrevistada en el documental que visualicé por la mañana). Así que puedo decir que: ayer se me apareció dos veces Almudena Grandes, una en un vídeo-documental y otra en un recorte de prensa que lleva encima de mi mesa al menos tres años desde la última mudanza de estudio y así mudanza tras mudanza para que el ejemplar de El País de 1996 acabara boca arriba en el día señalado.
Me lleva esto a saborear el paso del tiempo y de las personas de un modo extraño. Y me confirma el fuerte sentimiento de que cada persona es un mundo; por lo que vivimos un mundo hecho de mundos. Más que un mundo, un paisaje al que uno puede siempre volver, ya sea por el recuerdo o ya sea por sus obras. Uno va a Almudena (a sus obras, a sus vivencias con ella) cómo va al campo, a ese campo, a ese trozo de costa que tanto nos gusta desde esa piedra en la que el litoral se ve de aquella manera. Uno puede que haya vivido en Londres unos meses intensamente, vitalmente, para luego dejarlo atrás y no saber nada más de ese lugar del cual extrajo en su experiencia, como en pipeta de laboratorio, una esencia tan cruzada por la mirada personal que … por lo tanto un mundo hecho de mundos que interpretan el resto de mundos ...
¿No es así la cultura, no es así la energía del conocimiento que pervive?...
¿Y no es por ello que mantenemos la llama del conocimiento, de su diversidad? ... una segunda naturaleza ...la mente humana conociendo …interpretando … esto del vivir ...de lo que acontece …a través del tiempo …contra el tiempo ...
“lo raro es vivir” reza la portada del mismo Babelia del 1 de junio de 1996 con Carmen Martín Gaite y el título de su novela.
¿No es Jean Vigo un paisaje al que siempre volver? y lo mismo Pedro Puertas, Antonio Jiménez Torrecillas, Almudena Grandes y tantos y tantas. Y no solo un lugar donde volver y aparentemente mirar, sino donde sumergirse, explorar, descubrir. Como decía Cezanne, “la realidad es espesa y profunda” y cada uno de estos mundos, paisajes y personajes forman parte ya, del mismo misterio que en vida trataron de esclarecer, de tocar, de comunicar y quizás lo formaban también en vida, pero la mente tiende a pensar que está más allá del misterio, por algún error de planteamiento, de soberbia adánica; pero uno siempre vuelve a la nada taoísta donde el todo activo no es más que una parte.
Ahora creo entender el por qué Quetglas, interpretando a Walter Benjamin, insistiera en la necesidad de darle voz a los que no pueden hablar. En este caso podemos decir a los muertos, pero es de tanta responsabilidad tal tarea (al menos así se lo toma él con sumo cuidado y tacto) que uno ha de hacerlo desde el cariño, desde el amor.
No sólo hay voces silenciadas en los que ya no están con nosotros, también están todos los marginados sean pueblos o seres derramados por las calles de cualquier ciudad.
Gilles Deleuze decía que esta es la razón de la literatura: poder dar voz a los que no la tienen.
En esta reflexión que ha saltado de viñeta a viñeta ...queda algo que me ronda, ..que me gustaría decirle a mi hijo algún día ...también al hijo de Pedro (si hubiera ocasión) ...y es que en esa sutil paradoja se instala la vida ...es absurdo vivir y no tiene ningún sentido (al menos no como axioma universal) por lo que: hagamos lo que hagamos todo tiende a la disolución, pero aunque “lo raro es vivir” es de un equilibrio de funambulista inestable, el tender a hacerlo del modo más bello que una sabe.
Un hijo y muchos perros.
Pedro dejó muchos amores (su familia, padres, hermanos y hermanas, sobrinos y sobrinas), excompañeras, su último amor al que llamaba “la sirenita”, amigos y amigas regados por todo el territorio al que llaman España. También dejó un hijo de doce años, llamado Pedro también, con la mirada bella y penetrante que tiene la familia Puertas Herrera … además … dejó muchos perros.
Fue precisamente, hace once años, la última vez que lo vi, en Granada, su ciudad natal, cuyas calles conocía al dedillo y por las que se movía en ciclomotor, con gozo de Nanni Moretti, disfrutando del pasar de las escenas urbanas como si de una película se tratase. Una película en la que el espectador está en el centro de la acción, cortando el aire velozmente y atento a las señales y los acontecimientos al mismo tiempo. Ir con él en moto era como ir con un guía que continuamente alzaba un brazo, con la comunicación universal y sorda que se tienen conductor y copiloto mientras atraviesan un interminable túnel de viento, para compartir algún hecho insólito, escondido a plena vista, que evidenciaba la mirada ávida, curiosa y virgen que tenía Pedro de la ciudad, de la vida de la ciudad.
También disfrutaba del territorio cercano de la vega de Granada, sus secaderos de tabaco, sus atajos y viarios de tierras que interconectaban y entretejían los alrededores de la ciudad de la Alhambra. Uno sentía libertad y el goce de la misma en el modo en cómo conducía. Y esto me recuerda a otro Nanni Moretti en Sevilla, amigo también de Pedro y otro gran vitalista, muy querido para mí. Ir de paquete con ellos es ser contagiado por cierta alegría tan fugaz como el paisaje que se va dejando atrás.
La casa de Pedro en 2011, estaba en una urbanización de un pueblo de la Vega de cuyo nombre no consigo acordarme. Vivía con su compañera Pimpo, deportista de élite y madre de su hijo. Fueron tres días maravillosos en su casa, con ellos …y con un montón de perros.
Pedro me contó que desde hacía ya un par de años iba recogiendo y acogiendo a los perros abandonados que se iba encontrando por las carreteras de la vega. Me confesaba que era tan frecuente, el abandono de los animales en mitad de la nada de Granada que pasó de tener dos o tres perros a tener unos nueve o diez.
Justo una acción desmesurada como esta, incómoda y entregada, da voz (y cuidados) a los desamparados, en un gesto poético (tan altruista como recomponer acantilados inaccesibles) y digno de ser narrado, como apuntaba Deleuze. Un verdadero acto de cuidado… y a mis ojos, con la consciencia que dan los años, todo acto de cuidado es un acto de amor.
“el enigma bello de todas las cosas es su posibilidad de ser amadas infinitamente ... Para el extático no existe mudanza en las imágenes del mundo, porque en cualquiera de sus aspectos sabe amarlas con el mismo amor. El éxtasis es el goce contemplativo de todas las cosas en el acto de ser creadas.”
La lámpara maravillosa. Ramón del Valle Inclán. Edit Austral. 2011
“… pues solo los héroes realmente puros, los santos y los genios, pueden ser auxilio para los desdichados…”
“Todo lo que procede del amor puro está iluminado por el resplandor de la belleza.
La belleza es perceptible, aunque muy confusamente y mezclada con muchas imitaciones falsas, en el interior de la celda donde todo pensamiento humano está en principio encarcelado (6). La verdad y la justicia debido a que no pueden expresarse, no pueden esperar ningún otro auxilio que el suyo. Tampoco la belleza tiene lenguaje; no habla; no dice nada. Pero tiene una voz para llamar. Y llama y muestra la justicia y la verdad que carecen de voz. Como ladra un perro para hacer que los otros vengan junto a su dueño que yace inanimado en la nieve.
Justicia, verdad, y belleza son hermanas y aliadas. Con tres palabras tan hermosas no hay necesidad de buscar otras…pero…esas palabras son peligrosas de emplear. Su utilización es una ordalía. Para hacer de ellas un uso legítimo, es necesario no encerrarlas en ninguna concepción humana y a la vez vincular con ellas concepciones y acciones directa y exclusivamente inspiradas por su luz. De otro modo son rápidamente reconocidas por todos como mentiras. Son compañeras incómodas. Palabras como derecho, democracia y persona son más cómodas. En consecuencia, estas últimas son naturalmente preferidas por quienes, incluso con buenas intenciones, han asumido funciones públicas.
El orden impersonal y divino del universo tiene como imagen entre nosotros a la justicia, la verdad, la belleza. Nada inferior a esas cosas es digno de servir de inspiración a los seres que aceptan morir.
Por encima de las instituciones destinadas a proteger el derecho, las personas, las libertades democráticas, es necesario inventar otras destinadas a discernir y abolir todo lo que, en la vida contemporánea, aplasta las almas bajo la injusticia, la mentira y la fealdad.
Es necesario inventarlas, pues son desconocidas, y no se puede dudar de que son indispensables.”
La persona y lo sagrado. Simone Weil . José J. de Olañeta, Editor. 2021
Pedro vivía con intensidad. En estos meses desde la noticia de su muerte, esos amores cercanos me contaron que había una frase recurrente para él: “fecundar el presente es un acto de amor”. Hasta donde puedo recordar y a riesgo de generar leyenda, Pedro Puertas era uno de esos inventores indispensables.
Un pensamiento poético.
En un gesto osado y en los preparativos de este número homenaje, tuve la idea de invitar a Luis García Montero, el poeta granadino, amigo de Antonio Jiménez Torrecillas y pareja de la también prematuramente desaparecida Almudena Grandes, movido por la imantación que me proporcionó la casualidad y anécdota anteriormente mencionada.
Que Almudena muriese la misma semana en la que, aunque con meses de retraso, me enterase de la desaparición del amigo, no tiene nada de extraordinario, pero que por motivos de trabajo, me llegara el documental sobre la casa de la playa de la escritora madrileña y el poeta, en la que se hablaba con ternura y admiración de Antonio Jiménez Torrecillas, con una suerte de admiración parecida a la que Pedro sentía por el joven y brillante arquitecto muerto varios años antes, y que justo al día siguiente me encontrara con la contraportada de El País cultural del año 1996 con la foto de Almudena Grandes, que dicha casa fuera motivo de uno de los artículos que Pedro escribiera como homenaje a Torrecillas en esta misma revista engawa … todo eso, me empujó a invitar al poeta a leer dicho artículo pidiéndole que participara en este número homenaje, escribiendo sobre su parecer del texto y cerrando el círculo que a mis ojos une a las cuatro personas, la casa, la arquitectura y la poesía que habita en todos ellos.
No ha podido ser y ya sea por declinación, o por obsolescencia de la dirección de mail utilizada, no he tenido respuesta de Luis García Montero. Pero me dije ¿qué sentido tiene que el poeta escriba algún panegírico específico para la ocasión, si su obra al completo es universal y pertenece al pueblo? … y encontré esto:
“El recuerdo es un veneno que se compone con nuestros propios años, la conciencia de que la vida es el decorado de nuestra propia soledad.
Voy junto a un río que ya no existe hacia una biblioteca que está cerrada, y nunca podré volver a la casa de la que acabo de salir porque hace muchos años que desapareció, y le han cambiado el nombre a la calle, los números a los portales, son distintos los bares, la luz es otra y las parejas que se amaban han dejado de abrazarse a la misma hora en la misma sombra.
Es verdad, la ciudad que nos hizo nos deshace y en los escombros vuelve a edificarnos. Puedo andar por el camino del otoño pasado, pero sé que los amantes de hoy buscan en sus besos los labios de entonces. El deseo se humilla para permanecer y se transforma en conciencia al descubrir que sueña desde un cuerpo envejecido, desde una plenitud inexistente.
En medio, yo. Y sí, la vida es un sueño, pero no por falta de verdad, no porque sean mentiras las realidades intensas de sus cicatrices, sino porque en los sueños conviven todos los tiempos de una misma ciudad, y todo se almacena detrás de una mirada, en el sótano de nuestra propia soledad, y son de carne y hueso las calles hace años desaparecidas, y el hombre que va junto a un río que ya no existe puede olvidar por un momento que su vida, lo que él llama su vida …
Granada se parece a un recuerdo al hacerse presente. En el jardín de hoy cae la violeta lentísima del invierno pasado.”.
del libro “Quedarse sin ciudad” (1994). Luis García Montero. Edit. Austral.
Un texto. “Por sus obras los conoceréis” (7)
Este número de engawa es un homenaje a Pedro Puertas: como persona y también como arquitecto, como pensador y amante de una profesión apasionante y que puede proporcionar una soledad abrumadora. Una soledad como la del corredor de fondo.
De los textos que escribió Pedro tanto en engawa, como en sus colaboraciones en la revista CIRCO (reeditada en Afasia) o en la revista Quaderns (8) hay tres que me involucran personalmente. Su primer texto “Clop, Clop, Clop” sobre una de las cuatro escaleras de la Facultad de Oporto de Alvaro Siza, su texto “alrededor de un árbol” sobre el Proyecto de 1976 que fue ganador en el concurso organizado por la editorial Shinkenchiku-sha, que publica The Japan Architecture, con el tema: A House for an Intersection y que Alison & Peter Smithson llamaron “la casa amarilla” y finalmente, el ya mencionado escrito aparecido en el número 20 (engawa#20) en el homenaje que la revista hizo a la figura de Antonio Jiménez Torrecillas, impulsada y alentada por la insistencia del propio Pedro y que tituló “La aplicación de lo cotidiano”.
En cuanto al por qué me involucran personalmente no sería de interés sino es porque, gracias a ello, puedo concluir rasgos comunes en todos estos textos.
El texto de “Clop, Clop, Clop”, lo encontré años después de haber conocido al arquitecto granadino, sobre 2005, en el estudio de STEM arquitectes de Ton Salvadó, Esteve Aymerich e Inés de Rivera. Ton coleccionaba todos los fascículos de la revista de arquitectura CIRCO y fue una grata sorpresa leer al amigo. Estando yo cursando el doctorado en la ETSA de Barcelona, en ese momento, me sirvió por su peculiar estilo.
El texto de “alrededor de un árbol”, es un texto del cual conservo distintos borradores que Pedro me fue entregando como confidente corrector, una vez que supo que había leído su primer texto y cuánto me había influenciado.
Del texto sobre la casa en la playa de Rota que hiciera Torrecillas, ya he contado la anécdota personal que me hizo releerlo tras visionar el documental sobre la misma.
Encuentro rasgos comunes en todos ellos y ya presentes desde aquel primer texto: el fondo (qué se comunica) y la forma (cómo se comunica) presentan semejanzas en los diversos artículos:
El estilo narrativo es descriptivo, con frases cortas, conectadas por muchos puntos y seguido y detallando pormenorizadamente (como si de los listados de George Perec se tratase) la secuencia del proyecto que se va narrando. Es una técnica casi mecánica, algo robótica y telegramática. La descripción es dimensional y técnica. Poco a poco uno va conociendo el proyecto por una especie de rastreo o escaneo, que deja pocos detalles arquitectónicos por enumerar. La secuencia es también muy cinematográfica ya que va secuencia a secuencia describiéndolo todo, filmándolo todo.
Recuerdo ahora que leí a Alvaro Siza decir que no da un proyecto por concluido hasta que no ha recorrido de exterior a interior y de ida y vuelta todos los rincones del mismo, en una especie de plano secuencia ininterrumpida. Eso, por cierto, dice mucho de lo importante que es la fluidez y la continuidad del espacio y de la forma en Siza. Uno podría pensar que todo el proyecto entero se pudiera dibujar en un solo trazo, sin levantar el lápiz del papel.
Este método descriptivo pormenorizado lo utilicé en algún trabajo de aquel curso de doctorado y aunque requería un arduo ejercicio de atención disciplinada, era emocionante poder constatar que si se disponía de información gráfica suficiente (planimetría de plantas, alzados y secciones) y amplio registro de fotografías, uno puede conocer el edificio (o proyecto) sin moverse de la mesa de estudio, como si de un detective se tratase, uniendo pistas y montando las piezas de un caso. Algo así nos enseñaba Pep Quetglas en sus clases de doctorado alentándonos, entre muchos otros, a la lectura del libro de Michael Baxandall “Pattern of intention”.
Uno se da cuenta leyendo a Pedro que, para poder escribir sobre el edificio en concreto, primero lo ha estudiado detalladamente con profundidad, para después poder compartirlo de manera ordenada y elocuente y aunque el estilo raya en descripciones objetivas, todo ello tiene un fin, un contrapunto.
Es en el contraste que se produce entre la descripción fría de datos concretos, con los breves apuntes finales que Pedro introduce delicadamente sobre aspectos sencillos y cotidianos (infraordinario que diría Perec o en el fluido veloz de la insignificancia que diría Benítez Reyes) donde la vida discurre realmente, la que permite que el edificio sea el marco, el tiesto donde se da lo importante que por sutil resulta … insignificante.
No es por ello casual que el texto homenaje sobre la casa de Jiménez Torrecillas se titule “la aplicación de lo cotidiano”. No es casual que Pedro escriba sobre la obra de los Smithson (a los que admiraba profundamente) ya que es justo la idea de los “signos de habitación”, y las huellas de lo infraleve (9) y cotidiano lo que le interesaba a Pedro. Por encima del rigor y de la arquitectura tal y como se demuestra en su escrito “alrededor de un árbol” donde el edificio nunca se muestra interiormente (no se dibujan las secciones del edificio) por ser más el lugar desde donde se recibe y se vive lo importante: en este caso, el crecimiento de los árboles por tres generaciones.
Esta tensión entre fondo y forma en sus artículos, me lleva a pensar en Alvar Aalto, y en algún edificio suyo en el que encontramos que piezas rotundamente funcionales y racionales interaccionan con otro volumen libre y orgánico dando interés al conjunto; en contrapunto a una arquitectura racionalista que, a día de hoy, se ha agotado en sus recursos formales, siendo su repetición y su degeneración comercial, parte de la decadencia de nuestras ciudades. La casa de la cultura en Helsinki sería un ejemplo.
Pero haciendo un ejercicio de autocrítica, hay que ser prudente y cuidar la aparente semejanza en la inmediatez de ciertas ideas, aunque se pueda sacar provecho de ellas y descartarlas precisamente por la debilidad de la similitud encontrada.
Antes de justificar el descarte de la asociación referida creo que es importante ahondar en la estructura de los escritos de Pedro.
Clop, Clop, Clop, es un texto fundacional y no solo porque sea el primero sino porque marca con claridad el estilo de Puertas, algo de presdigitador (que diría nuestro querido Xumeu Mestre, que escuchando opera está junto a Pedro). El artículo es, como decía antes, un listado de enunciados, descriptivos, fotograma a fotograma: … avanzo unos pasos y describo lo que se ve, giro la meseta y describo lo que se ve. Lo que se ve y no lo que veo. El intento de que desaparezca la impresión personal, lo subjetivo y emocional es bien claro a lo largo del texto. Aquí el fondo coincide con el conocimiento objetivo del edificio.
Esta forma de describir la arquitectura debería ser un ejercicio que se enseñara en las escuelas (y no solo en las de arquitectura). Mirar bien y con profundidad, estudiar la obra para no quedarse precisamente en las apariencias, es algo que uno aprende del trato tanto con Pepe Llinás como con Pep Quetglas. Pedro conoció bien a ambos. Con ambos mantenía amistad.
Una vez, trabajando en su despacho, Pepe me preguntó sobre algo en concreto referente al proyecto, que llevaba en ese momento a mi cargo, a lo que yo respondí con entusiasmo y rapidez. Mirándome incrédulo me dijo: ¿pero esto lo sabes (con mirada atenta y profunda se refería él) o lo crees? Para mí fue un golpe de bastón zen porque no fui consciente, hasta ese día, de que uno lanza con facilidad (y de modo irresponsable podría decir) juicios de cómo imagina o desea la realidad sin atender profundamente lo que la realidad es o tal y como se muestra. Cuando digo realidad, me refiero a lo que tiene uno delante como acontecimiento sea cual sea el contexto.
De Pepe Llinás tengo muchos más recuerdos que avalan esto que digo. De ahí que hacer un levantamiento fiel, de una casa o de los árboles de un solar, por poner un ejemplo, sea la primera tarea importante a realizar, porque este plano es más que un plano técnico, más bien es como un mapa en el que uno recoge tanta información, de lo que se trata de dibujar (conocer), como puede. Tanta como sea posible. Nunca toda.
las ramas de los árboles ni las piedras de la cantonada de cubiertas de Vistabella de Jujol (no tendría sentido de hecho, resultaría un engendro parecido a lo que han hecho con la Sagrada Familia de Barcelona) pero sí la ubicación de cada uno de los troncos y la altura de los mismos en una parcela donde actuamos. En un proyecto, este amor (prefiero a rigor) por la exactitud geométrica no es más que un punto de partida para evitar problemas en la obra, para evitar situaciones inviables (de la propia construcción) que uno desconocía y por la que “creía” estar en conocimiento de la verdad.
Si en algo tiene sentido practicar la idea de Siza de hacer un storyboard de ida y vuelta en el edificio que se está proyectando, recorriendo todos los rincones de la casa, es por esto mismo. Y en el caso de la arquitectura de Siza, además, por cuidar la continuidad que se esbozaba antes.
Esta toma de conciencia, este aprehender la realidad para a partir de ella generar (o yuxtaponer, o intersecar, posar, hundir, esquivar, etc..) otra realidad (la arquitectura) que igualmente puede ser mensurada, descrita y construida es el sustrato, el marco, donde se dará lo importante que es …la vida.
Aunque dicho así parezca muy solemne y repetido hasta la extenuación porque decir la vida es no decir nada y de ahí el poema de Benítez Reyes …lo insignificante, lo infraleve, lo fugaz, el tic tac del tiempo crujiendo en las ramas del castaño de la casa amarilla, el clop, clop, clop, de los tacones de la chica morena que baja la aparente escalera seriada, el rugir del viento en la copa de los árboles en la elevada casa de la playa:
“La historia cotidiana, la improvisación de la vida fue para mí la fresca mirada de Antonio con la que combatió y destruyó al aburrido y viejo cubo perfecto de sus inicios.”
Pedro Puertas. “La aplicación de lo cotidiano”. engawa #20.
Queda claro que el fondo, la idea que recurrentemente rondaba y poseía a Pedro era este interés por los hechos cotidianos, sutiles y no tan sutiles, visibles, pero al mismo tiempo invisibles (“la gente que viene del mar que ya no oye el rugir de las olas” (10)) que acompañan la vida (no la nuestra sino la de generación tras generación) en un tiempo sin final.
“Soy todo porque solo soy una corriente de vida sin ninguna falla; soy inmortal porque todas las muertes confluyen en mí, desde la del pez de hace un instante hasta la de Zeus, y reunidas en mí vuelven a ser una vida, ya no individual y determinada, sino pánica y, por lo tanto, libre”.
GIUSEPPE TOMASI DI LAMPEDUSA.
Pedro actúa como presdigitador, porque en sus escritos, la magia, lo importante viene justo al concluir, de modo breve: como un relámpago.
Frente a la fría y mecánica descripción casi de rigor científico en la que vamos conociendo al edificio, sus rincones, la orientación de sus fachadas, el color moka café de los zócalos de la escalera, el sentido de apertura y el espacio hacia el que abren las puertas… todo ese sustrato inerte y sin emoción, y de realidad comprobable y mensurable, sirve para que en los últimos párrafos aparezca … el pensamiento poético y con él … la poesía.
Puedo decir, sin temor a equivocarme y tras todo lo escrito, que el amor de Pedro por las cosas insignificantes de lo cotidiano surge de su mirada poética. Pedro era un romántico de cine negro (a lo Humprey Bogart). Y si hablo de nuevo de la persona, en un ejercicio nada ortodoxo de crítica, es porque creo firmemente que la persona se refleja en su obra. Recordaba Coderch en su texto de “no son genios …” aquello de “detrás de cada edificio que ves hay una persona que no ves”. Por sus obras los conoceréis.
“Sus proyectos añadieron cada vez más complejidad y una poesía real que fue quitando protagonismo a un lenguaje abstracto y accesible sólo al mundo de los arquitectos. Antonio rompió el cubo con la vida.”
Pedro Puertas. “La aplicación de lo cotidiano”. engawa #20.
Y es justo al final en el epílogo de Clop, clop, clop, que uno descubre la intención de que la escalera es una de cuatro semejantes en la que se insertan variantes y detalles que se van descubriendo con la experiencia cotidiana, desvelándonos a Siza con la descripción (escueta como un mensaje morse) de su arquitectura … donde “en cualquier detalle de la arquitectura de Álvaro Siza podríamos encontrar esta sencillez que engrandece lo cotidiano”.
Y es justo al final que uno oye el crepitar y el crujido de las ramas de el castaño de indias creciendo sobre bebé, madre y abuelo y oye sonar el tic tac del tiempo en el proyecto de la casa amarilla y puede ver, gracias a Pedro, como los dibujos de los Smithson dibujan el tiempo y que … pertenecen a un proyecto que atrapa la imaginación. El único lugar donde es posible re-crear la realidad.
Este final del texto “alrededor de un árbol” me recuerda otro texto de Pedro Puertas, sobre la cajita (con un borreguito dentro) que dibuja el piloto a El Principito, donde el elogio a la imaginación es brillante y de extrema sensibilidad.
Y aunque, aparentemente, en el tercer texto “la aplicación de lo cotidiano” no se cumple esta idea de estilo de contrapunto final, si uno observa bien verá que en este artículo falta la primera y más extensa parte de la descripción de la vivienda. La vivienda no se describe, se hace alusión a ella en comentarios entreverados. La explicación de esta omisión es lógica y sencilla y es que el texto era un homenaje a la persona (y su evolución como arquitecto y no solo a su arquitectura) de Antonio Jiménez Torrecillas. Todo es magia y poesía en este texto como muestra del cariño y admiración de Pedro a su paisano.
Ojalá pudiera ser yo tan breve como Pedro y mostrar tanto cariño con una breve muestra de su genio o de su figura, pero si por algo me excedo en este escrito es porque uno quisiera comunicar a los cuatro vientos todo lo posible de este anónimo e íntimo personaje que fue Pedro Puertas. La historia de la poesía (y no solo de la poesía) está llena de hojas muertas en los márgenes de las cunetas de las que nadie habla y de los que nada se conoce. En esos márgenes Pedro disfrutaba la maravilla.
Para acabar, decir que sorprende que la misma estrategia de estilo que Pedro usa para presentarnos, la magia o lo poético apoyado en el exhaustivo estudio descriptivo y telegráfico de la arquitectura que lo sustenta, es una homotecia literaria de la realidad que describe.
En sus escritos la desarrollada enumeración pormenorizada de lo arquitectónico, el texto descriptivo, sirve para generar el contrapunto poético que como fuegos artificiales aparecen y desaparecen inmediatamente. La arquitectura, lo sólido, lo mensurable, lo cuantificable y comunicable con toda su complejidad y diversidad de variantes, frente al verbo, a la acción, a lo volátil, a lo fugaz que se esfuma.
Y de ahí que entienda ahora su amor por el deporte, por la acción. Por la vida que se escapa. Como si aquellos que viven intensamente tuvieran la luminosa conciencia de la brevedad de la vida.
Y es que la arquitectura para Pedro no es más que el soporte, bien pensado, bien proyectado, tanto mejor proyectado cuanta más posibilidades de vida posibilita, de la vida misma y dentro de ese concepto tan genérico, de lo poético.
Para concluir y por cerrar el paréntesis que quedó abierto, el de la asociación de ideas en la semejanza formal de los textos de Pedro con la arquitectura de Alvar Aalto, usaré otra asociación, en este caso, con un dibujo icónico en el mundo de la arquitectura …la cabeza de Apolo y Medusa que dibujaran Le Corbusier y Francois de Pierrefeu.
Si bien hay una tensión y contraste en el desarrollo de los textos del granadino, es más bien como cinta transportadora que nos lleva impasibles y racionales hasta la conclusión. La descripción del continente de la arquitectura como técnica miss-direction sobre la que centrar la atención hasta el punto incluso que alguien que lo leyera (ajeno o no a la arquitectura) pudiera desanimarse a lo largo del texto pensando que todo fuera descripción sin juicio y sin emoción… hasta el impacto de la sorpresa final que es el momento culmen que se pretende.
Tanto en la casa de la cultura de Aalto en Helsinki como en la imagen de Apolo y Medusa lo importante es el contrapunto, la dicotomía. Lo racional y lo orgánico. Lo consciente y lo subsconciente. Los dos se encuentran al mismo nivel de importancia y el equilibrio gira en torno de si un arquetipo o el otro y de aquí mi error al asociarlos.
No es ese el mecanismo que subyace en los textos de Pedro. No son uno y la otra o incluso más allá, una o la otra.
Para Pedro Puertas, el texto descriptivo (la arquitectura) se pone al servicio del breve momento poético final y por tanto la arquitectura se pone al servicio de la poesía, de lo poético y la fugacidad de la vida. Ha sido gracias a este escrito que he podido y espero poder transmitirlo, un entendimiento del amigo.
Pedro no niega, el ejercicio de la imaginación culta, ni el hacer mismo del oficio del arquitecto como por ejemplo pusiera en cuestión Rudofsky en su “arquitectura sin arquitectos”. Pedro era un arquitecto a tiempo completo. Su mirada siempre tenía la arquitectura como base, pero si bien Quetglas escribió una vez a la muerte de Enric Miralles, que este lo arquitecturizaba todo, podemos decir que para Pedro la arquitectura es el vehículo, el lugar donde poetizarlo todo. La mirada de Pedro lo poetizaba todo.
La arquitectura al servicio de la vida pero no solo de la vida nuda de supervivencia, “ordem e progresso”, a la que estamos obligados a asistir cada día de esta nuestras “contemporáneas” (11) vidas, sino del entusiasmo por las pequeñas cosas vividas en los momentos etéreos, casi improductivos (no puede pensarse en productividad en los momentos contemplativos) y de este modo, como buen heredero y talentoso arquitecto, adquirió amor e interés por:
los placeres esenciales de “La casa del hombre” de Le Corbusier, las pequeñas variantes en lo repetitivo que engrandece lo cotidiano en Siza, los signos de habitación en los Smithson, la responsabilidad de ver profundamente los hechos para que sirvan de base firme para lo animado en Llinás, una aguda percepción a lo sensible en Quetglas y la heterodoxia de un proceso natural que disuelve el cubo abstracto, racional y minimalista en su amado Torrecillas.
Y por acabar con un tono sosegado, en el viaje de vuelta, decir que lo que le importaba por tanto a Pedro Puertas, como gran arquitecto y mejor persona, era la arquitectura como servicio.
Una película.
Pedro poseía una cultura peculiar y profunda, profunda porque se interesaba por regiones insondables e inexploradas o al menos poco transitadas.
Puedo afirmar también con total tranquilidad, que Pedro era un intelectual. Su conocimiento no era enciclopédico ni acumulativo como el de otros amigos comunes. Su conocimiento era lúcido. El veía capas y velos que los demás pasamos por alto, al menos en los primeros contactos. Era un pensamiento en acto, casi improvisado. De nuevo la poesía al modo del “yo soy hablado” de Rimbaud.
A Pedro le encantaba el cine. Nuestro amigo Manuel Asín, que estudiaba un máster de cine y audiovisual en la Pompeu Fabra nos proporcionaba películas de difícil circulación y acceso.
A Pedro le encantaba el cine de Louis Malle. Fue gracias a él que supe del cine del francés, cámara del comandante Cousteau y tripulante del Calypso. Fantaseo ahora, pero imagino que la mezcla de submarinista de alto nivel y la inquietud artística del francés era un espejo en el que se veía reflejado. Cierta afinidad le atraía.
Durante largas jornadas comentamos la ópera prima en el cine de ficción de Malle, “Ascensor para el cadalso”. Pero entre todas, la preferida de Pedro era “Atlantic City”.
Atlantic City es una historia de personajes marginales, periféricos, algo soñadores en un mundo peculiar de casinos de la costa Este americana, atados a una ciudad que aman pero que les atrapa. Una historia casual entre una joven Susan Sarandon, cruopier de un casino y un anciano Burt Lancaster un gangster de poca monta.
El subtitulo de la película era “donde los soñadores pueden resultar ganadores”. No dice los perdedores sino los soñadores.
reo que a parte de la afinidad personal que Pedro sentía por Malle, es la que sentía por los temas y personajes que Malle retrataba. Marginales, extraños y en los que había que rascar en la superficie de las apariencias para ver una enseñanza o incluso una realidad en sí misma, ajena o no, que era digna de ser considerada y en la que había cierta situación de desamparo.
De nuevo la mirada penetrante y curiosa de un Pedro que de manera inevitable y de modo inherente a su personalidad, evitaba los caminos transitados, los evidentes y marcados para deambular por el lado más sensible de la vida.
Una obra.
Pedro no ha podido dejar muchas obras de arquitectura, pero las que ha dejado están preñadas de todas las cualidades enunciadas hasta ahora.
Su última obra fue un skate park para patinaje dentro de un parque urbano y de mayor extensión al que el ayuntamiento de Motril, en Granada, le ha puesto su nombre y una placa conmemorativa. He podido saber, que fue Pedro quien propuso al ayuntamiento del municipio la construcción de ese skate park alentándolo de los beneficios económicos, además de los sociales y urbanos que podría generar.
Así era Pedro también, un activador no solo de cultura, también de acciones políticas y reales en el entorno en el que se movía. De nuevo, con gran humildad, provocando las pequeñas acciones, entusiasmado por lo pequeño. No había encargo que no fuera importante para él.
Me hubiera gustado comentar, su primera obra al volver a Granada que fue el centro ciudadano Novosur en Alendín (pueblo cercano y situado en la Vega de Granada) pero ya me he excedido lo suficiente. Fue publicado en la revista digital Afasia para quien tenga interés. Esperamos que en el futuro se haga una publicación antológica de obras y textos que recoja, si no todos, lo más importante de su producción.
Para compartir y evidenciar la idea de que no había encargo pequeño para él, quiero terminar con una pequeña intervención de Pedro en el jardín de su casa. Por aquello del amor a lo pequeño, residual y anecdótico que le atribuyo al amigo granadino.
Este texto también fue escrito y publicado en Instagram y dice así:
“el arte de habitar el espacio” 31 de enero 2022.
Siempre he pensado que no hay juego más educativo y autodidacta, que aquel que generación tras generación los niños reinventan como el conocido “jugar a las casitas”. En esos juegos (porque hay muchas versiones) los niños se imaginan y se “proyectan” como seres mayores (no sé si tanto la aspiración es la de ser adultos entendiendo aquí adultos como aquello que queda tras arruinar el espíritu de un niño) y usan los objetos de modo polisémico y fantasioso, como difícilmente logra hacer después el buen teatro, y cualquier rincón con esta o aquella cualidad sirve para recrear un espacio útil, “real” y aquí por real me refiero a lo que Oteiza llama un espacio sagrado en donde el ser está siendo emanación espontánea de sí mismo. El día en el que en las escuelas de arquitectura se entienda esto, se dará más valor a la improvisación y al juego y al hacer con las manos...pero esto es otra historia para otro momento. Este rincón que comparto es la puerta trasera de un jardín de la casa en la que Pedro Puertas crío a su hijo junto a su compañera Pimpo. El vallado del jardín se revistió de esta pieza de hormigón (un tanto tosca al estilo que podría recordar a los Smithson) que es una pieza para pavimento de parkings que permite que la hierba brote. Con esta misma pieza Pedro escribió, en el muro junto a la piscina “Pimpoland”, que es ya toda una declaración de intenciones. Así era Pedro alguien que llevaba la sensibilidad de un artista a la propia arquitectura. Para algunos el mejor Miralles era algo así, un autor que trascendía y cruzaba disciplinas y entretejía la construcción con la literatura y los efectos imaginativos de la misma. Pedro usó el adoquín con la gracia de un niño que juega y ahora lo hace escalón y ahora baranda-mampara y ahora fondo del zócalo donde un granado recién plantado (veo el acto inevitablemente provocado por el recién nacimiento de su hijo) se recorta. La foto es de octubre del 2011 y su hijo tenía un año y medio. Por sus obras los conoceréis...y este rincón tan bien habitado habla tanto de la sensibilidad de Pedro como el mejor de sus escritos. Pienso que vivir así es vivir amando la existencia.
Un rezo.
Por causa de Pedro he conocido recientemente la obra del poeta y paisano suyo Luis García Montero.
De Luis García Montero y también del maestro y amigo Pep, he recibido que la cultura y el aprehendizaje de la misma nos lleva a afinar nuestros sentidos para poder ser más dichosos en el momento presente, el que nos toca vivir…aquí y ahora.
El legado de Pedro Puertas y por añadidura el de cualquier muerto que uno sienta cercano, es el contagio por vivir, por hacer de esta vida algo mejor pero además dichosa en sus más ínfimos detalles. Justo esto es lo que quiere cualquier padre para sus hijos.
Todos nuestros muertos tienen algo de padres nuestros … por lo que puedo decir sin temor a herir a nadie eso de…
…Pedro nuestro que estás en el cielo… ¡eternas gracias amigo!
“Cuando recito el Padre Nuestro- Padre nuestro que estás en los cielos, me imagino ese cielo como algo invisible, inaccesible, pero íntimo y cercano.
No tiene nada de barroco: ni espacios espirales infinitos, ni escorzos apabullantes. Para encontrarlo si a uno le fuera concedida la gracia- bastaría con levantar de la mesa algo tan pequeño, tan cotidiano, como una piedrecita o un salero.”
John Berger. Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible.
Editorial Ardora. Madrid, 1997.
Notas al texto:
Notas al texto:
(1)Hablo en presente porque coincido con Pep Quetglas: “escribo para que en el pasado me lean, para que, quienes ya fueron, vean que han sido comprendidos”. Josep Quetglas. Revista “El Cultural” de “El Español”. 2 de marzo de 2018.
(2)Es necesario aclarar que este texto reutiliza algunos textos ya escritos y publicados en la cuenta de Instagram @dario_mateo_ en el invierno pasado, de ahí la posible incongruencia de los tiempos verbales respecto al resto de escritos y la repetición de datos en alguno de ellos. Concretamente los textos correspondientes a un recuerdo, un semblante, una anécdota, una casualidad y una obra.
(3)Se refiere al Estrecho de Gibraltar en el Mar Mediterráneo.
(4)Xumeu Mestre, arquitecto y profesor de la ETSA de Barcelona, mirada lúcida, crítica y sensible, cuyos alumnos tuvieron el privilegio de tenerlo cerca. Escribió brillantes artículos sobre arquitectura en la revista de arquitectura Quaderns de arquitectura y urbanisme en la sección “de re cívica” desde 2006 a 2010 (salvo el número 256) y en otras revistas digitales. Su tesis doctoral “A través del espejo o el arquitecto ilusionista” fue elogiada por Rafael Moneo que la dirigió. De intelecto superdotado Xumeu encarnó, por honesto, la sombra de la cual muchos de los arquitectos colaboracionistas huyen. En palabras de Quetglas un ser del todo extemporáneo e íntegro.
https://fundacion.arquia.com/pt-pt/mediateca/filmografia/p/Filmografia/Detalle/2404
(5)“EN UN MUSEO” poema de Felipe Benítez Reyes del libro “La misma Luna” (2000-2006). Se mantiene la nota como nota a pie de página por la inmediata relación con el texto.
(6)[“Incluso suponiendo el mejor de los casos, un espíritu encerrado en el lenguaje está encarcelado. Su límite es la cantidad de relaciones que las palabras pueden hacer presentes a su mente al mismo tiempo”]…[“Si un espíritu cautivo ignora su propia cautividad, vive en el error. Si lo ha reconocido, aunque no sea más que por una décima de segundo, y se ha apresurado a olvidarlo para no sufrir, permanece en la mentira. Hombres de inteligencia sumamente brillante pueden nacer, vivir y morir en el error y la mentira. En ellos la inteligencia no es un bien, ni siquiera una ventaja. La diferencia entre hombres más o menos inteligentes es como la diferencia entre criminales condenados a cadena perpetua, cuyas celdas fueran más o menos grandes. Un hombre inteligente y orgulloso de su inteligencia se parece a un condenado que estuviera orgulloso de tener una celda grande”]. Simone Weil. “La persona y lo sagrado”. Los pequeños libros de la sabiduría. Jóse J. de Olañeta, Editor. Ulzama-Navarra 2021.
(7) “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.”
Lucas 6:43-44
(8)artículo “Dignare me laudare te, Virgo Sacrata”. Pedro Puertas. Quaderns 256. https://raco.cat/index.php/QuadernsArquitecturaUrbanisme/issue/view/17763
(9)“Lo infraordinario”. George Perec. Editorial Impedimenta. Madrid 2008.
(10)“Vivimos en un mundo cerrado y empobrecido. Ya no sentimos el mundo en que vivimos más que sentimos la ropa que llevamos puesta. Pasamos volando a través del mundo como los personajes de Julio Verne, ‘a través del espacio exterior en una cápsula’. Pero en nuestra cápsula no hay ventanas. Los pitagóricos solían decir que no oímos la música de las esferas porque ésta suena ininterrumpidamente. Del mismo modo aquellos que viven junto al mar no oyen el ruido de las olas. No somos conscientes incluso de las palabras que proferimos. Hablamos un lenguaje penoso de palabras usadas de forma incompleta. Nos miramos a la cara entre nosotros, pero no nos vemos. [...] Lo primero de todo debemos sacudir las cosas... Debemos arrancar las cosas de su secuencia ordinaria de asociaciones. Las cosas deben removerse como los leños en el fuego... El poeta quita las etiquetas de las cosas... Las cosas se rebelan, desprendiéndose de sus viejos nombres y tomando un nuevo aspecto con sus nombres nuevos. El poeta lleva a cabo una dislocación semántica, arrebata el concepto fuera de la secuencia en la que normalmente se encuentra y lo transfiere con la ayuda de la palabra (el tropo) a otra secuencia de significados. Y entonces tenemos una sensación de novedad al encontrar el objeto en una secuencia reciente” (“La forma y el material en el arte”, 1923. Victor Shklovski)
(11)“[…entiendo lo contemporáneo como extemporáneo, como intempestivo, como aquello que, desde fuera, se lanza como reproche contra el presente. La cultura y la vida no quieren formar parte del mercado: la novedad no desplaza a lo verdadero”]. Entrevista a Josep Quetglas. El Cultural. Marzo 2018.
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