Un pie y una llave
Pablo Twose Valls, Barcelona
Conocimos en un viaje a París a un joven japonés que coleccionaba llaves antiguas. Iba a los rastros, las miraba, las tocaba y cuando una le gustaba la compraba y la colocaba junto a su manojo de llaves viejas atadas al cinturón. Al andar iba haciendo un tintineo seco.
-¿por qué compras esas llaves?
– Me gustan - nos dijo - En Japón no existen estas casas viejas de piedra que se abren con llaves así. Me gustan sus historias, me gustan como pesan.
Recuerdo esta anécdota mientras miro la fotografía de Oriol Vilanova.
Cada objeto que pasa de una mano a otra es la historia de una memoria que se drena, o que se pule. Cada traspaso contiene una pregunta, ¿Cuánta memoria le toma al mundo? ¿Cuánta desplaza? ¿Quién contará todas estas historias?
Hay una pátina en los objetos que está directamente relacionada con el tiempo y las manos, la pátina trabaja en los dos sentidos, le toma memoria al mundo y la desplaza. La desplaza mediante un proceso de frotamiento que busca revelar lo esencial (1), como las barandillas pulidas reflejan miles de manos. Pero le toma también al tiempo, como la madera de roble que gana con los años.
El otro día mi hijo por sorpresa me preguntó - ¿Papá, te puedo acariciar el pie? – estábamos los dos en pijama, el no podía dormir y yo estaba sentado a su lado. Pasó los dedos por el talón durante un rato. -¿Porqué está tan duro?, ¿es para proteger algo de su interior?
Sentí que mi pie se convertía en recuerdo. Que todo mi tiempo se había quedado aplastado en la piel áspera del talón. Textura y dureza.
Peso y memoria.
“Al final solo queda la materia, los objetos: casas, fotos, piedras, estatuas, calles, cosas así…La materia aún conserva un espacio, mantiene el tiempo viejo metido en un espacio” Ordesa de Manuel Vilas.
Referencias:
(1) DE WAAL, Edmund. La liebre de los ojos de ambar. Acantilado 2012
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